viernes, 16 de enero de 2015

“Si buscas resultados diferentes, no hagas siempre lo mismo” Albert Einstein

Imagen archivo Universidad de Sevilla


Cuando la educación es obligatoria se convierte en coercitiva. Normalmente la educación pasa a manos del Estado, porque es este, en última instancia, quien quiere controlar qué se enseña a la población. Quiere tener bien delimitado lo que pueden aprender y lo que no. Es por decirlo claro, un acto de manipulación educativa.
Es también el Estado quién dicta las pruebas de acceso mínimas a estudios superiores (sean éstos privados o no), ellos imponen arbitrariamente, las materias a estudiar por parte del estudiantado.

Las escuelas e instituciones de educación superior  no son más que espacios de tedio y aburrimiento, y es el maestro en un tablero dictando clases, en pleno siglo XXI, esto no tiene sentido. No buscan por así decirlo, otro desarrollo que el desarrollo curricular, están muy centrados en los propios contenidos, porque solamente focaliza  el trabajo  en algunas capacidades, en algunas áreas.

En las escuelas convencionales el aprendizaje es preventivo, los conocimientos adquiridos no prevalecen, ni duran por mucho tiempo, los conocimientos están cambiando  permanentemente, entonces lo que ha pasado es que los sistemas educativos no han cambiado tan rápidamente como el resto de la sociedad.

Busca que un número, defina la calidad de persona (estudiante), se estimula mucho a los jóvenes a competir entre sí, los mejores alumnos tienen reconocimientos, tienen premios y  aquellos a los que no les va bien, se les llama la atención.
Se educa para la competencia y la competencia es el principio de cualquier guerra.

El secuestro del individuo por parte del Estado se hace evidente cuando queda demostrado que se obliga a los niños a estudiar, durante 6 horas al día, las materias y los autores que el Estado escoge. Tal vez ese individuo utilizaría mucho mejor esas 6 horas al día haciendo otras cosas. Seguramente si el Estado no raptara a los alumnos durante este tiempo, ellos lo utilizarían en su beneficio, lo que les permitiría, seguramente, ser grandes profesionales y emprendedores en el futuro en aquello en lo que son realmente buenos. Esto les haría tener mayor creatividad.

En teoría, todas las leyes de educación nos hablan de objetivos; de desarrollos  humanos profundos, valores humanos, cooperación, comunidad, solidaridad, igualdad, libertad, paz  y felicidad, y se llenan de palabras bonitas.
La realidad es que la estructura básica del sistema, promueve justamente los valores opuestos, la competencia, el individualismo, el condicionamiento, la violencia emocional. Cualquier idea que se promueva desde el discurso es incoherente  con la que la  estructura que se sostiene.

La educación debería ser libre. Y cuando decimos libre, nos referimos 1) que no sea obligatoria y 2) mucho menos a costa de los contribuyentes. En una sociedad libertaria consecuente, la educación estaría mucho más extendida y sería mucho más específica e importante.
Al no existir la falsa propiedad intelectual, no habría que pagar por los mal llamados derechos de autor.

Angie Lorena Ramos García
@lorrainergarcia

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